Ruego por el tornado
Que no regrese, que no relinche
contra la ventana como un caballo
y a su paso se lleve muebles, abrigos de lana,
ollas, el televisor... Sobre
todo que deje en paz
al techo: cada chapa fijada con clavos
a los tirantes, no las arranque como a barajas de cartón.
No se pavonee en torno a mi lámpara
y lo confunda todo con esa voracidad omnívora,
sin restricciones. Que yo no piense: En el fondo,
en el centro de su pecho, se esconde un sitio calmo
para nosotros. Que yo no encuentre cierta belleza
o música en esa órbita destructiva. Ni finalmente,
molido a palos, recaiga sin consuelo en el odio
o torne a la guarida que forjó un niño tímido.